Estamos en 1946 y, tras años de construir una legión de seguidoras gracias a muestras gratuitas y clientes fieles, Estée Lauder tiene por fin la oportunidad de dar un gran salto. Ahora puede vender sus productos de maquillaje de alta gama en los grandes almacenes de Nueva York. Sin dejarse intimidar por competidores con más recursos y mayor distribución, posee una pasión por hacer que las mujeres se sientan bellas, lo que la distingue del resto.
Mientras tanto, en París, la empresa capilar del químico Eugène Schueller, L’Oréal, prospera gracias a su excelente fórmula de tintes sintéticos para el cabello. Pero cuando la Segunda Guerra Mundial llega a su fin, los rumores de que apoyó a los nazis amenazan el imperio que ha construido.
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