Cuando llegamos al año 1492, ya hacía tiempo que la amenaza de expulsión se cernía sobre los judíos hispanos como la espada de Damocles. De hecho, ya se les había aplicado esa medida en diversos países europeos, como en Inglaterra cuando en 1290 Eduardo I los había enviado al exilio con una disposición que tuvo validez hasta 1656.
Y también en Francia, de donde fueron expulsados primero en 1182 y posteriormente en 1323, y en los principados alemanes de donde fueron expulsados a lo largo del siglo XV
Para alcanzar a comprender las razones de esta reiterada medida, es preciso considerar la mentalidad de las gentes de la época: y es que los judíos cada vez tenían menos cabida en el ideal de sociedad cristiana que desde comienzos del siglo XIII fueron preconizando los distintos Papas.
Por eso se había intentado convertirlos a la fe de Jesucristo utilizando los sistemas más diversos: desde la fuerza, a la persuasión y la palabra, pero cuando estos métodos fracasaban, se optaba por la expulsión
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